HOLA AMIG@

Amigo de las letras y de los sones que ellas encierran, agradezco tu presencia en esta sinfonía de palabras, que sólo enmudecen para escuchar tu silencio. El precioso silencio de quien disfruta de la lectura. Te dejo mis versos y mis cuentos, para que vayas despacio, hacia tu propio encuentro.

jueves, 14 de abril de 2011

Cuenteando intimidades de mi infancia (Prosa Poética)


Río Zúcuma-Catamarca (Foto propia)

I
–Acostate chango te voy a contar un cuento:
“–Dicen que hace mucho, cuanto cantaba la salamanca, cierta noche pasó la música por arriba de este rancho; y que desde entonces, nunca más hubo alegría en el pago.
“–Todos decían ¡se fueron los diablos!, pero una noche de luna llena vieron andar un jinete rondando.
“–Tenía los ojos como fuego y de varias trenzas un látigo; vino a cobrar las cuentas, de las almas sus contratos.
– ¿Y cómo es cuando crece el río abuela?  ¿No es ahí donde van bramando los diablos?
–Así dice la gente.
II
–Yo una vez he visto:
“–Herida la tierra a golpe de agua, deslizarse caída de la alta barranca.
“–Llorar no pudieron aquellos ojos mansos de la  niña de pupilas extrañas.
“–Mas miraba sin comprender acaso, que el río, apenas espuma de verano, a veces envuelve en lienzos de piedra los sueños humanos.
“–Y los lleva, los arrastra, los hace añicos.
“–Es pura desolación su paso.
“–Y dejó la cicatriz donde estuvo su rancho, y el olor de las cosas amadas.
“–Mas ahora ella es huérfana.
III
–Abuela, tengo miedo.
–Tapate hasta la cabeza y no saques de las colchas las patas;  que puede rondar el jinete y por andar descalzo te reconoce el rastro.
“–Portate bien que de julepe,  otros han quedado tartanchos. La salamanca nunca se va del todo.
“–Mañana levante temprano y anda al monte a buscar leña, ya está habiendo poca.
–Si el burro para las orejas, yo me vuelvo.
IV
Se esconde el viento juguetón de la montaña, entre las hojas pequeñitas de los laureles, para volverse música cuando la tarde extienda su mantel de invierno.
El humito, pesado y denso, que eleva en espirales su aliento a leña, de silencio y rocío va mojando sus aromas.
Con las manos unidas como empanadillas, los niños rezan al pie de sus camas, y en el brocal del pozo, donde abreva la yanarca, dormitará  la luna hasta que rompa la escarcha.
V
Por caminito trillado de pocas cabras, con  urpilitas de masa en los bolsillos, van pintando los changos su paisaje.
Guardan silencio los cardones, esbeltos guardianes de la nada, que sólo florecen cuando la lluvia anda rondando las casas, y los maizales, de granos pequeños, se sueñan mazorcas doradas.
Bien haiga la soledad del monte que no sabe de mezquindades.
Es tan señor el que tiene mucho como aquel que no tiene nada.
VI
Se agitan los huesos del caballo flaco, y en aperito de lonas, de sudor mojadas, se acomodan los niños a la vuelta de la escuela.
– ¿Que han aprendido hoy changos?
–Que la tierra da vueltas como trompito en el espacio.
– ¿Quién les ha dicho eso?
–La maestra, dice que puede asegurarlo.
–Con razón anoche soñé que dormía cabeza para abajo.
VII
Por el viejo carril, bañado de sombra el camino, vuelan los algodones del  palo borracho, en alas de un remolino.
–Cruz diablo, la vieja bruja, santiguate chango, súpay anda suelto.
– ¿El duende come mistol abuela?
–No, pero lo mezquina.
“–Anda por las higueras, es un petiso sombrerudo que se come los uñigales.
“– ¿Nunca lo has visto?
–No.
“– ¿Miro para atrás? No, mejor no miro.
VIII
Repiquetear de cencerros. De las laderas bajan por las tardes las majadas.
–Anda ver si han vuelto todas y cerrales la puerta, no vaya andar merodeando el zorro.
–Falta la overa, abuela, la que estaba preñada grande.
– ¡Ay! si tenía que haberla dejado atada. Ahora perderá la cría. ¡Vamos a buscarla! Cuidado con las espinas; ponete las alpargatas.
Dando tumbos en la noche, volvimos con la cabra alzada, y dos capullitos blancos mordisqueándome las solapas.
IX
–Viento del este olor a tierra mojada; entrá el apero y soltá nomas el burro.
“–Se me hace que es tormenta fuerte; lejos se ven los refusilos.
–Prepare el pan bendito abuela, para que no caiga  piedra ni rayo.
–San Gerónimo bendito, santa Bárbara doncella ¡Qué reventón!
–Líbranos  de rayo y centella.
Gotas como hondazos de honda boleadora, perforan el  patio una tras otra.
 – ¿Va crecer el río abuela?
–No digas eso chango, que podemos quedar sin nada.
–Yo nunca he visto. Capaz que esta noche pasen bramando los diablos.
–Reza un padrenuestro y metete en cama. Eso hacé y dejá de hablar macanas.
X
– ¿Esta noche me va contar un cuento abuela?
–No, mañana.
–Mire que está lloviendo.
–Callate que estoy rezando.
“–… Y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos…
            Amén…la vida de los serranos. 

Eduardo Albarracín 

Cardón - Sierras de El Alto - Catamarca (Foto propia)

2 comentarios:

  1. Bello, bello. . .Cuánta ternura en la descripción de un tiempo pasado y en el campo, por oposición a la ciudad, sea cual sea. Un gusto conocerte Eduardo. Ya lo creo que tus relatos tienen más que algo que decir. Hasta aquí me han gustado tus expresiones en cuento y en poesía. Gracias por seguirme. A la recíproca te sigo con mis dos Blogs literarios (tengo 4). Tus obras son de gran calidad, mereces hacerte conocer. Seguiremos en contacto.

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  2. Ahhh, me olvidaba:¡Precioso tu buhito! Ya te iré contando, si estás de acuerdo, con quien te confundí. Un gusto

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