Luces en fuga
detrás de las cortinas del olvido.
Nada apacigua el clamor de mis labios
que buscan el beso que anidó una mañana
(en las penumbras de nuestras bocas).
Silencio pertináz,
vacío y ahuecado eco sin medida,
socabando las cimientes
de la semilla herida
(que quedó inconclusa en tu vientre).
Nada queda de tí,
ni siquiera el perfume de tus pasos,
ni el mínimo sopor de nuestros cuerpos
rozando a la deriva en un mar convulso
(pienso si no habré muerto esta misma tarde).
Las sombras se alejan,
y tu recuerdo me deja
al pie del epitafio,
escrito con tu olvido mi nombre.
(no habrá mañana que no te recuerde).
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